Por Claudia Kalinec para El Cronista
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Difícilmente alguien podía imaginar la secuencia de acontecimientos ocurridos a nivel global y en Argentina en los últimos años. Para nuestro sector, el de tratamiento de residuos industriales y patogénicos, sin dudas la Pandemia, con su consecuente cuarentena, fue un hecho bisagra. Por primera vez nos calificaron como esenciales, y nuestro desempeño marcó la diferencia con otros países que vieron sus sistemas colapsados.
Fue nuestra oportunidad para mostrar la versatilidad y plasticidad del sector ante situaciones de emergencia como la que vivimos.
Según el informe de la Universidad de Rosario y la UBA, el índice de generación y tratamiento de residuos industriales es solo del 10 % en promedio en los últimos 14 meses.
Nuestro sector hoy factura un promedio de $ 200.000 mil millones anuales. Emplea en forma directa a más de cinco mil trabajadores y en forma indirecta otros 4000, solo tratando el 10% de los residuos que se generan.
La industria del tratamiento de residuos hoy está en condiciones de aumentar la productividad y su valor agregado, ampliar la capacidad instalada incorporando tecnología promoviendo el desarrollo en todo del país, nuevas inversiones y empleo genuino.
Para que ello ocurra primeramente debemos definir todos que ese es el camino a seguir y definir políticas públicas para ello.
Si el residuo que hoy termina en la ilegalidad y que forman parte de los más de cinco mil basurales a cielo abierto y en la contaminación de nuestros ríos, mares y arroyos, fuesen tratados en la industria, esto generaría un círculo virtuoso con el consecuente derrame hacia otros sectores.
Redundaría en mayores beneficios para los trabajadores, mayor pago de impuestos al estado, mayor desarrollo pero sobre todo en un ambiente sano para todos.
El sector de tratamiento de residuos también forma parte de la industria, ya que estos procesos suceden en plantas habilitadas para tal fin.
Tradicionalmente la industrialización fue correctamente vista como el motor principal del crecimiento y el desarrollo.
Aparte de la productividad, la alta absorción de tecnología y el incremento del aprendizaje en la práctica, la industria cuenta con la ventaja de los eslabonamientos productivos, también conocidos por Hirschman (1977) como “enlaces”, quien los definió como aquellas fuerzas que inducen a la inversión y también como variable que determina, junto con el ingreso y la demanda, la toma de decisiones empresariales tanto en el sector público como en el privado.
Los enlaces pueden ser de dos tipos: enlaces hacia adelante y enlaces hacia atrás. Los enlaces hacia atrás conducen a nuevas inversiones en instalaciones proveedoras de insumos y los enlaces hacia adelante conducen a nuevas inversiones en instalaciones usuarias del servicio.
Nuestra industria tiene grandes enlaces hacia adelante y hacia atrás, además de mantener interrelaciones con los demás sectores de manera que su crecimiento arrastra a gran parte del sistema económico, que, a su vez, lo impulsa generando un círculo virtuoso en la economía.
Uno de esos enlaces hacia adelante es sin duda el servicio de recolección y transporte de los residuos. Esta es una tarea de alta profesionalización y requiere de una capacitación especial, entre otras cosas porque los operarios intervinientes deben conocer la legislación vigente, los distintos tipos de residuos para poder clasificarlos y conocer las incompatibilidades para que no se generen incidentes durante la carga, el transporte y la descarga entre otras cosas.
Este componente humano fundamental genera un efecto arrastre de la industria, lo que repercute en una mayor demanda de mano de obra y mayor aprendizaje en la práctica, lo cual aumenta directa e indirectamente la productividad del tejido empresarial en su conjunto, y de ahí, el gran valor estratégico de la industria en el desarrollo económico.
Tratar mayor cantidad de residuos además aporta a una mayor sustentabilidad a los sistemas de producción y una mayor demanda de tecnología. Además del aporte al cuidado del ambiente tan degradado en los últimos tiempos.
Este círculo virtuoso lleva intrínseco un gran componente social, este crecimiento tiene que ser capaz de absorber la mano de obra de trabajadores excluidos, recicladores y demás ocupaciones informales que hoy se dedican al recupero de materiales y residuos.
Esos trabajadores hoy marginados, empujados a buscar recursos entre los residuos, inmersos en el mal llamado ambientalismo popular, que no es otra cosa que un eufemismo de la pobreza. Esta inclusión es un compromiso que hemos asumido desde CATRIES y CAITPA, con mi colega Gustavo Solari.
Temas centrales en la coyuntura de nuestro país hoy y en el que el sector puede ofrecer un aporte relevante.
No es tarea fácil y requerirá muchos años salir de la situación actual, pero es necesario emprender el camino.